Afrodita
Ya es
sabido que Cronos hizo picadillo a su progenitor, el dios Urano, para quedarse con el
poder. Pues bien, ese "picadillo", que consistió en una eficaz rebanada de
testículos, fue arrojado al mar, con la misma displicencia con que uno se desprende de la
basura, con desprecio. Los genitales de quien fuera dios de dioses, al contactar con la
superficie fecundaron las aguas del mar y, al instante, de la nada, comenzó a surgir una
densa y caliente espuma, cada vez más blanca, cada vez más profunda... hasta que el mar
rompió aguas y, de sus aguas, nació Afrodita.
Afrodita
es por tanto anterior a Zeus (hijo de Cronos) y, como tal, no se somete al poder del gran
dios, salvo que ella misma así lo desee. Es la única diosa a la que Zeus no puede
ordenarle nada y, llegado el caso, incluso él mismo podrá verse afectado por los poderes
extraordinarios de esta diosa del amor.
Nació
Afrodita con los mejores atributos de la belleza y sin ningún condicionante que limitara
su libertad. Ella es la más guapa, la más sexy, la tía más buena que jamás desfiló
por pasarela alguna. Es, sin duda, la protagonista femenina de la película mitológica,
tanto en su vesión original como en el doblaje que luego los romanos hicieran al latín:
Venus.
Afrodita
tomó por esposo al único dios feo y lisiado, Hefesto, pero una vez cumplido el trámite
ceremonial, se entregó sin miramientos a coleccionar amantes, y así fueron rindiéndose
a sus encantos Ares, Adonis, Dionisos, Hermes, Poseidón...
Entre
sus devaneos con mortales cabe destacar los tenidos con Ciniras, rey de Chipre, quien
luego sería abuelo de Adonis (resultando esta la única familia de la historia en la que
abuelo y nieto comparten amante), y con Anquises, de quien la diosa tuvo a Eneas tan sólo
para que, pasado el tiempo, Homero pudiera titular su bello libro.
Para
completar este sucinto retrato de Afrodita, valga citar alguna de esas menudencias que dan
carácter a una diosa:
Su
utilitario fue una carroza diseñada por Ferrari, que aparcaba siempre a las puertas del
Olimpo en un lugar exclusivo reservado sólo para ella, una hermosísima carroza tirada
por palomas, su animal preferido (preferido, quizá, porque como todo el mundo sabe es la
paloma la única bestia de la paz que aprende a fornicar antes que a comer).
Su
flor: la rosa roja, que fue blanca antes de que la propia diosa, por amor a Adonis, la
tiñera con su sangre.
Y su
cinturón... Sí, llevaba siempre un codiciado cinturón de oro -a veces por única
vestimenta-, cuyas propiedades libidinosas superaban todo lo imaginable.
Lamentablemente,
con el tiempo, llegó la civilización cristiana: Afrodita fue desposeída de su cinturón
y, éste, alquímicamente transmutado de oro en plomo, con el que luego se fabricó otro
modelo de cinturón, el de castidad.
Afrodita,
desde entonces, estudia física cuántica y experimenta en la reconversión de su oro
perdido, un milagro que a veces ocurre y, cuando sucede, origina en todo el mundo una ola
de pasión desenfrenada, un descomunal y generalizado impulso de amor que solo remite a
las puertas del Vaticano y acaba desvaneciéndose irremediablemente cuando se mira a la
Meca.n |