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Cuadro que define perfectamente el quehacer e ideario plástico de Pablo Porras. Comenzando por el material, la superficie que el artista elije para el desarrollo de la obra y que en este caso es una sencilla placa de madera prensada, empleada en la industria como trasera de armarios, un material por tanto no recomendable y que sufrirá deterioros inevitables con el paso del tiempo. Al artista, ese eventual deterioro le importa una mierda, ¿acaso nosotros mismos no envejecemos? Lo importante, parece decirnos, es el momento presente en su más descarnado vigor. Por otra parte, la elección de cualquier soporte para su pintura nos indica igualmente la urgente necesidad de pintar y cómo tal necesidad no puede jamás superponerse a ninguna otra. Es obvio que en el futuro Porras pintará sobre superficies de mayor consistencia, pues no existe por su parte una reuncia expresa a la calidad de los materiales, sino más bien, como ya indiqué, una premura por apurar el momento, por pintar cada instante, dejándose llevar por el sentimiento pero siendo, técnicamente hablando, perfecto. Dije "perfecto", lo cual en ningún caso quiere decir "académico", pues la técnica de Porras, a pesar de su paso por la Escuela de BBAA, es resultado de su bohemia: el absoluto dominio de la escasez... o, lo que es lo mismo, la más sobrecogedora abundancia de honestidad frente al hecho creativo. |
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